Hace unos años, llegó al mundo una pandemia. Una pandemia que nos quitó mucho: nos quitó familiares, amigos, trabajo, educación y la paz mental. Recuerdo cómo se sentía la atmósfera en esos días; era una incertidumbre terrible. Estar encerrados modificó el paso del tiempo; nos queríamos volver locos. Ahí nos dimos cuenta de lo frágiles que somos y de lo mucho que dependemos de otras personas para ser un poco más felices. Solo podíamos recordar los buenos días de libertad, y justo ahí el refrán “no se sabe lo que se tiene hasta que se pierde” se volvió realidad. Pero esa es la lección que nos dejó todo esto: nos enseñó a valorar lo sencillo de la vida, las cosas pequeñas, como lo es salir por un helado. Nos enseñó a agradecer por el trabajo, a agradecer por la salud. Aprendimos a vivir los días como si fueran el último.
Tiphanie Zúñiga Rivera