Saltar al contenido Saltar al pie de página

Un regalo inesperado Reflexiones de un Emprendedor

Hoy día, el tema de los hijos es un poco más delicado de lo que solía ser, y en varias ocasiones he sido partícipe de muchos comentarios un tanto negativos acerca de la paternidad: hablan de los costos, de la carga que conlleva, de que no permite disfrutar la vida. Pero yo no comparto esos pensamientos, esto a pesar de que me convertí en papá muy joven y pasé por muchas dificultades. Siempre voy a expresar que ser padre es lo mejor que me ha pasado en la vida.

Yo tenía 20 años cuando mi novia, ahora esposa, quedó embarazada. Claro que fue un susto enorme, casi indescriptible. Aún éramos estudiantes, y yo trabajaba en la finca de la familia recibiendo solamente mil pesos por semana. Se albergó en mí una gran angustia, por lo que decidí que lo mejor para los tres era que yo saliera del país para tener un futuro mejor. Así que partí aquel 17 de abril del 2002 hacia Canadá con todo el dolor del alma, porque me perdería el nacimiento de mi hija.

Conté con el apoyo de mi mamá, que, mientras yo estaba fuera del país, le abrió las puertas a la madre de mi hija. Mamá cuidó de ellas y esperaba con ansias la llegada de su primera nieta.

Cuando llegué a Canadá, me reencontré con mi papá, que llevaba un año en Montreal, pero me llevé una gran desilusión con él, lo que me llenó de tristeza y soledad. Lo único que me mantenía firme era el reencontrarme con la familia que había formado.

Pasó un mes y, después de una ardua búsqueda, pude conseguir un trabajo estable en una empresa de mármol y granito, pero ganaba muy poco. Pasó más tiempo, mi hija ya había nacido; el cansancio y la soledad se apaciguaban cuando recibía fotos y cartas de mi hermosa bebé y de mi mujer. Cuando mi hija cumplió 7 meses de edad, pude completar el ahorro para comprar los boletos de avión para que ellas estuvieran conmigo en ese nuevo país.

Cuando llegaron, sentí una desbordante felicidad. Pude tener a mi bebé en mis brazos después de anhelarlo por mucho tiempo, pero me había quedado sin dinero; no me quedaba más que un tarro con algunos centavos con los que pude comprar unos atunes para comer. Volví a sentir miedo. Ellas llegaron sin ropa adecuada para el frío clima de Canadá; me asustaba exponer a una pequeña bebé a -30 °C, pero nos topamos con buenas personas que nos regalaron ropa y nos apoyaron en lo que necesitáramos. Siempre los vi como ángeles mandados del cielo.

No fue nada fácil; vivimos momentos muy difíciles, pero ellas dos siempre me llenaron de motivación para salir adelante. Empecé a trabajar más duro y, entre más trabajaba, más experiencia obtenía y más sueldo recibía, hasta llegar a un punto en manejar por completo el oficio y ser de los mejores. Ellas solo me impulsaron para superarme, para ser mejor persona, y vivo agradecido por todo lo que viví y por haber sido padre.

 

Tiphanie Zúñiga Rivera

Deja un comentario

Recibe las novedades

Cafe 5/59
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.