Quien diría que todo esto empezaría en un país en donde la mayor parte del año se padece de un frio tan punzante, y en donde el idioma no es el que aprendí de niño. Quien diría que todo esto empezaría frente a una puerta grande de madera, la puerta de una iglesia. Ahí estaba yo, entregando uno a uno pequeñas muestras de café a cada persona que saliera después de haber escuchado la palabra de Dios. Un café que había viajado kilómetros, porque era el café de mi tierra, que soñaba con mostrar. Ahí estaba yo, con mi hija al lado, viendo cómo uno a uno me rechazaba, y cómo otros se detenían a escucharme, pero con esa mirada de compromiso que lastima y hace dudar del camino que escogí.
Tiphanie Zúñiga Rivera