Cuantos de nosotros tenemos que levantarnos muy temprano en la mañana cuando aún ni siquiera ha cantado el primer gallo, cuando aún en el cielo se ven las estrellas, y cuando aún se siente ese frío en las manos y en los pies que nos obliga a cubrirnos con algún viejo suéter por la ausencia del sol. “Madrugar” cómo le llaman, puede ser de lo más difícil por hacer en el día. Tener que levantarse con el cansancio y angustia que nos dejó el día anterior, y pensar en los nuevos desafíos que nos esperan, es difícil. Pero todos esos pensamientos y sensaciones que nos agobian por la mañana, se desaparecen cuando nos tomamos esa caliente taza de café, que entra en nuestro organismo cómo un torrente de calor y paz que nos permite decir “todo va a estar bien”.
Tiphanie Zúñiga Rivera