Quisiera que todos viéramos nuestro reflejo, y a través de nuestros propios ojos, ver el colorido de nuestra alma. Pero lo único que vemos en el espejo son los errores del pasado, el mal genio heredado y la terquedad que tanto nos reprochan. Lo único que notamos de nosotros son esas características despreciables, con raíz profunda, que parecen imposibles de derribar. Nos definimos como eso: como un caso perdido ante nuestros defectos.
¿Pero qué hay de nuestras virtudes? ¿Por qué no somos capaces de ver lo bueno de nosotros, de darnos el valor que merecemos?
El ser humano está lleno de defectos, al igual que de virtudes. Hay que sobrellevar lo no tan bueno de nosotros, trabajarlo, pero no encasillarnos solo en eso. Debemos aprender a ser capaces de reconocer lo dulce de nuestro ser, que, al final, es lo que brilla.
Tiphanie Zúñiga Rivera