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Enfrentar el Miedo Reflexiones de un Emprendedor

Mi hija la más pequeña, ha desarrollado gustos un tanto diferentes en comparación con mis otras hijas. Ella destaca en el deporte, principalmente, en el voleibol. Ya lleva varios meses practicando este deporte, y es muy buena, aunque a ella le ha costado notarlo. Ha llegado a mostrar tanto talento, que, en muy poco tiempo, la subieron de categoría. Recuerdo ese momento con mucha felicidad, porque se sintió muy orgullosa por ese logro, al igual que yo, pero ese sentimiento no duró mucho tiempo para ella. En este nuevo grupo, había otras niñas más veloces y más fuertes, grandes de talento por sus tantos años de experiencia. Eso la hizo sentir muy pequeña y débil. En un momento frustrante para ella, en uno de sus entrenamientos, explotó el llanto y el “no puedo” y salió de la cancha. Yo desde la gradería, solo quería correr, abrazarla y darle palabras de amor, pero me esperé un momento. De pronto veo que sale de su escondite, se limpió las lágrimas, y se alineó de nuevo con las otras niñas, y continuó. Terminó el entrenamiento, y ella me miró con ojos de vergüenza, pero le dije que lo que hizo, fue sumamente valiente y que me llenaba de orgullo, porque no se dio por vencida, y eso demuestra su grandeza.

¿Tú que habrías hecho?

 

Tiphanie Zúñiga Rivera

1 Comments

  • Charlie Brown
    Publicado 11 de junio de 2025 en 8:45 AM

    Tu hija es lamentablemente una excepción, y en todos los deportes como en las diversas actividades realizadas por el ser humano, solo los excepcionales triunfan. Incluí la palabra “lamentablemente” para reforzar el hecho de que es muy poquita la cantidad de gente con esas bendiciones. Ya lo dijiste, tienes varias hijas y solo una logró en un momento determinado (que durará para toda su vida) sobreponerse, tragarse el tarugo de horrible sabor amargo de la frustración, plantarle cara al desafío y seguir pa’lante; cuando lo más fácil (y en la actualidad lo practican demasiado) es tirar la toalla, hacer un berrinche y por supuesto, echarle la culpa de su fracaso y frustración a cualquier otra persona, para no cargar ese feo y pesado fardo sobre sus propios hombros

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