La historia del ser humano se ha caracterizado por el silencio: “No diga lo que siente, lo hace ver débil, no hay razón para que se sienta así”. Hemos vivido con la imposición de callar. Hay una regla no escrita en la que los humanos no debemos ser vulnerables: es mal visto, nos devalúa. Pero, cuando nos sentimos mal, sentimos en nuestras gargantas el deseo de gritar, aunque pareciera que tenemos una venda que no nos permite hablar. Una venda invisible, pero que se siente como de metal. Es muy fácil decir: “Rompamos el silencio, digamos lo que sentimos”, pero no es fácil: es romper una antigua cadena. Sin embargo, el primer paso para el bienestar es desear un cambio.
Tiphanie Zúñiga Rivera